La apertura de la Gran Vía fue la operación de cirugía urbana y de renovación del casco antiguo más importante que se había realizado en España hasta ese momento. El proyecto de una gran avenida que atravesara el casco antiguo data de mediados del siglo XIX, justo cuando Haussmann estaba realizando lo propio en París. En 1862 un primer proyecto apuntaba la posibilidad de unir la Puerta del Sol con la estación del Norte mediante la creación de una gran avenida interior. A éste le siguió el concebido por Carlos Velasco como un pasillo de notables proporciones que conectaba los barrios de Salamanca y Argüelles por el interior del casco (1886). Los costosos trámites y procesos de expropiación que requería tamaña obra desaconsejaron su realización. Pese a estos fracasos, la idea de que Madrid tuviera una gran avenida interior quedó fijada en la imaginación de los madrileños, e incluso fue recogida por el teatro popular en la zarzuela “La Gran Vía”, estrenada en el Teatro Felipe el 2 de enero de 1886, con letra de Felipe Pérez y música del maestro Chueca. Con la aprobación de la Ley para la Construcción de Grandes Vías de 1904, que facilitó enormemente las expropiaciones, el ayuntamiento apoyó decididamente la apertura de la Gran Vía. El proyecto aprobado fue realizado por los arquitectos municipales José López Sallaberry y Francisco Andrés Octavio. Se trataba de abrir un nuevo eje urbano para unir la calle de Alcalá y la antigua plaza de San Marcial, a costa de desfigurar la red viaria y el caserío existente que se interponía en su recorrido. Este nuevo eje se dividió en tres tramos; el primero desde la calle Alcalá hasta la Red de San Luis, en paralelo a la calle del Caballero de Gracia; el segundo seguía aproximadamente la calle de Jacometrezo hasta la plaza del Callao; y el tercero, venía a prolongar la calle de Preciados hasta la plaza de San Marcial –hoy plaza de España-. Las obras comenzaron en 1910 con los primeros derribos de edificios que había junto a la calle Alcalá. El primer tramo, entonces llamado avenida del Conde de Peñalver (en honor del alcalde que había emprendido su apertura) se concluyó en 1918 y los nuevos edificios que se levantaron venían a enfatizar la modernización de la ciudad, de sus gentes y de sus actividades económicas (Círculo Mercantil e Industrial, Hotel Roma, Casino Militar, la Unión y el Fénix, edificios Grassy y Gran Peña). El segundo tramo, que originariamente tenía el nombre de avenida de Pi y Margall, fue construido entre 1922 y 1924, y el tercero, llamado Eduardo Dato, fue construido entre 1926 y 1931. La Gran Vía se concibió como una zona de ocio y de negocio, como la puerta de entrada a un Madrid cosmopolita, donde abundaban cines, teatros, hoteles, restaurantes, salas de fiestas, y todo ello con un toque muy a lo Broadway. Hemingway decía que la Gran Vía era una mezcla entre Broadway y la Quinta Avenida. El segundo tramo, la avenida de Pi y Margall se convirtió en el mejor escaparate de los locos años 20 madrileños. Estados Unidos estuvo siempre como modelo de estos nuevos establecimientos; empezaron a aparecer numerosos bares americanos que se distinguieron por las novedades etílicas –como por ejemplo los cócteles perfeccionados por Perico Chicote- y las musicales caracterizadas por el Jazz, fox-trot, y más adelante el charlestón. En cuanto a los bares americanos, causaron una gran conmoción en la tradicional cultura del organillo. El ensayo «La Gran Vía» de José Gutiérrez Solana (1923) definía estos bares como extraños lugares en donde era necesario encaramarse como un mono sentado en un alto taburete para llegar al mostrador, y en donde solía haber un idiota vestido de smoking fumando en pipa. El primero en establecerse fue el Pidoux American Bar (avenida Conde de Peñalver, 7), al que le siguieron establecimientos como Miami, Zahara (a mitad de camino entre restaurante y moderna cafetería), y más tarde el Bar Automático, prototipo de establecimiento neoyorquino de comida rápida. Otros establecimientos interesantes y asombrosos para las gentes que llegaban a la ciudad eran, por ejemplo, los grandes almacenes como los Madrid-París (más tarde SEPU), tiendas de viajes que ofrecían destinos a países exóticos como Viajes Carco (situado en la planta baja de los almacenes antes mencionados), la tienda de discos Rekord en donde se vendían las novedades discográficas llegadas de Estados Unidos; grandes hoteles como el Roma, el Avenida, o el Florida, rascacielos como el edificio de la Telefónica (construido por el arquitecto Ignacio Cárdenas) o salas de espectáculos como Casa Blanca que aunque estrictamente no estaba en la Gran Vía (estaba en la plaza del Rey) fue el primer edificio madrileño que utilizó el innovador neón. Este nightclub de tintes neoyorquinos fue construido por el arquitecto Gutiérrez Soto (quien también construyó Chicote) y contaba en su interior con dos escenarios giratorios. Indudablemente estos bares y salas de espectáculos estaban inspirados en las comedias musicales norteamericanas que se veían en los cines. Precisamente entre 1920 y 1930 se empiezan a construir los grandes cines de la Gran Vía: el Rialto, el Actualidades, el Callao, el Avenida, el Palacio de la Música, y sobre todo el Palacio de la Prensa y el Capitol, dos edificios multifuncionales que aparte de cines, mezclaban oficinas, comercios, restaurantes y bares. El cine Capitol está situado en el magnífico edificio Carrión construido por los arquitectos Luis Martínez Feduchi y Vicente Eced y Eced. © 2003 Desarrollo, Asesoría y Formación Informática S.A. (DAYFISA) - Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
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